El director artístico de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París 2024, Thomas Joll, dice que “la idea era más bien hacer un gran festival pagano conectado con los dioses del Olimpo… Olympus… Olimpismo”.
El director artístico de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos, Thomas Jolly, negó este domingo haberse burlado de la última cena de los evangelios en uno de los momentos del espectáculo, criticado por la extrema derecha y el episcopado católico.
“Nunca encontrará por mi parte ningún deseo de burlarme, de denigrar nada. Quise hacer una ceremonia que reparara, que reconciliara. También que reafirmara los valores de nuestra República”, dijo a la cadena de televisión BFMTV.
En uno de los momentos de la ceremonia del viernes, llamada “Festividad”, aparecía un grupo de personas en una larga mesa, incluidas varias drag queens, que recordaba la última cena, la comida final que según los evangelios Jesús compartió con sus apóstoles antes de su crucifixión.
La conferencia episcopal Francesa (CEF) condenó el sábado lo que considera “escenas de mofa y burla del cristianismo”.
Pero según Jolly, la última cena “no fue mi inspiración”. “La idea era más bien hacer un gran festival pagano conectado con los dioses del Olimpo… Olympus… Olimpismo”, aseguró.
En el mismo sentido, el comité organizador de los Juegos dijo el domingo que no hubo intención de faltarle el respeto a nadie.
“Nunca hubo ninguna intención de faltarle el respeto a ningún grupo religioso en absoluto”, dijo Anne Descamps, directora de comunicaciones del comité organizador en una conferencia de prensa.
“Si alguien se sintió ofendido, lo sentimos mucho”, añadió. A pesar de la polémica sobre algunos momentos, la ceremonia fue acogida en Francia con entusiasmo casi unánime.
PARÍS (FRANCIA), 26/07/2024.- La Torre Eiffel iluminada vista desde la Plaza del Trocadero durante la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024, este viernes en la capital francesa. EFE/Juanjo Martín
El chaparrón que bañó a París durante las cuatro horas del espectáculo obligó a que los responsables se adaptaran “al segundo”, con los bailarines y músicos abandonando “algunos de los tejados parisinos más empinados”, explicó Reboul.
El director ejecutivo de las justas aprovechó para felicitar a los artistas, destacando que todos quisieron hacer parte del espectáculo: “Ninguno no quiso” participar.
Jolly, que orquestó la ceremonia, afirmó por su parte que su “deseo” era “no ser subversivo y escandalizar”.
“Anoche se trató de las ideas republicanas de benevolencia e inclusión”, dijo el prestigioso director de teatro, víctima de “acoso” cuando era niño.
“Es el espíritu de París el que se ha mezclado con el espíritu olímpico”, dijo también en referencia a la lluvia torrencial y al lema de la ciudad en latín “Fluctuat nec mergitur” (“Batida por las olas, pero no hundida”).
Por otro lado, Estanguet fue preguntado sobre el gran espacio reservado para una secuencia del conglomerado francés de lujo LVMH durante la ceremonia de inauguración, criticado en redes sociales.
“Contribuyó a que se convirtiera en socio”, afirmó.
Y saludó el “momento único” de esta ceremonia, cuya propuesta de realizarse al aire libre fue muy debatida, en particular por temores relacionados con la seguridad.
“No hubo problemas de seguridad”, subrayó, valorando que fue una “ceremonia comprometida”, con “mensajes contundentes”.
**
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, felicitó este sábado a las fuerzas de seguridad por su “extraordinaria movilización” durante la inauguración de los Juegos Olímpicos de París y afirmó que la audaz ceremonia realizada en el río Sena el viernes “enorgulleció” a los franceses.
Macron afirmó que la ceremonia representó una “proeza en términos de seguridad” durante una visita al centro de información y de mando de la dirección de orden público y de circulación de la prefectura de policía de París.
“Estos juegos son posibles porque hay en total 250.000 efectivos de las fuerzas de seguridad interior que durante el verano protegerán, vigilarán”, señaló.
Solo para la ceremonia de inauguración se movilizó a unos 45.000 policías y gendarmes, un despliegue inédito para un evento público.
Los JuegosOlímpicos se llevan a cabo en París hasta el 11 de agosto y los Paralímpicos del 28 de agosto al 8 de septiembre.
Enfoque Now es una plataforma digital dedicada a conectar e informar a la comunidad latina acerca de los acontecimientos que suceden a nivel local e internacional.
El Papa León XIV recibió a Jannik Sinner en una audiencia especial
El papa León XIV, un gran apasionado de tenis, recibió este miércoles al tenista número uno del mundo, el italiano Jannik Sinner, y al presidente de la Federación de Tenis italiana (FITP), Angelo Binaghi, así como a sus familias
«Es conocida la pasión del papa por el deporte y recibió en la salas adyacentes el aula Pablo VI a Sinner y a Binaghi con sus respectivas familias», confirmó el portavoz del Vaticano, Matteo
El pontífice estadounidense había bromeado el pasado lunes, en una audiencia con los medios de comunicación, cuando, al preguntarle si quería participar en un torneo de tenis benéfico, dijo bromeando que podría «mientras no se traiga a Sinner», en doble sentido, tanto porque el italiano es el número uno del mundo como porque su apellido en inglés significa ‘pecador’.
Mientras que a otros periodistas que le propusieron jugar un partido de dobles, confesó: «No soy tan bueno».
A Sinner, que se encuentra disputando Masters 1.000 de Roma, le preguntaron después sobre las palabras de León XIV: «¿Jugar con el Papa? No me metáis en líos…», dijo tras su victoria ante el neerlandés Jesper De Jong con la que certificó el pase a octavos.
«He oído que jugaba cuando era niño y para nosotros los tenistas es algo muy bueno saber que al papa le gusta nuestro deporte, para el futuro ya veremos», añadió.
Sinner fue recibido por el papa en su día de pausa del torneo, acompañado por su padre, Hanspeter, y su madre, Siglinde, además del presidente de la Federación.
Comía 35 kg de carne y 400 huevos al mes hasta que su salud lo frenó
Flex Wheeler es considerado el último gran culturista clásico y logró ganar el Arnold Classic, pero una enfermedad renal hereditaria lo llevó a un trasplante y luego le amputaron una pierna. Pese a todo, hoy, a los 59 años, sigue entrenándose
California, agosto de 1965. El sol ardía como una soplete sobre los suburbios donde creció un niño delgado, inquieto y obsesionado con el movimiento. No era aún Flex Wheeler, ni el Sultán de la Simetría, ni el mito musculoso que desafiaría a titanes como Ronnie Coleman o Dorian Yates. Era solo Kenneth Wheeler, un muchacho que ya tenía la fuerza tatuada en el alma antes de desarrollarla en los músculos.
Antes del hierro, hubo patadas giratorias. Su primer amor fue el Taekwondo, y lo practicó con una disciplina monástica. Lo físico, lo técnico, lo mental: todo lo que exige un arte marcial caló hondo en su temperamento. El equilibrio y el control del cuerpo se convertirían en una obsesión. No era aún un culturista, pero ya era un guerrero.
Entró en el mundo del fisiculturismo en los años ochenta, cuando las leyendas aún se esculpían a base de sudor y espejo. Y allí, bajo la luz blanca de los gimnasios californianos, comenzó la metamorfosis. Su cuerpo —al principio común, funcional, nada deslumbrante— empezó a responder. Lo que otros tardaban años en construir, a él le brotaba como si su ADN estuviera diseñado para la hipertrofia. Flex lo entendió rápido: tenía un don.
Su presencia en el escenario era un acto de precisión visual. Como si cada músculo, cada línea, cada volumen, hubiera sido moldeado por un escultor invisible. Simetría, proporción, elegancia en el volumen. Flex no era el más gigantesco, pero era el más armonioso. Le llamaban “El Sultán de la Simetría”, y no había quién le disputara ese trono.
En 1993, llegó su coronación: ganó el Arnold Classic, una de las competiciones más prestigiosas del circuito. El mundo del culturismo se rindió ante su talento. En ese podio, entre focos, flashes y bronceadores, el niño de California se consagraba como uno de los cuerpos más perfectos que había pisado una tarima.
En 2003, el trasplante. Un nuevo riñón, una nueva oportunidad. Un órgano para seguir adelante, aunque con restricciones, aunque con miedo. Nadie lo dijo en voz alta, pero todos sabían: la carrera no podía seguir igual.
Lo más duro no fue la pérdida del físico. Lo más cruel fue lo que vino después. Año 2019.Veinte años después del primer diagnóstico. El cuerpo había resistido más de lo que cualquiera hubiera apostado. Pero las complicaciones circulatorias fueron el final de una larga pelea. Hubo que amputar. La pierna derecha. No un dedo, no un músculo. Una pierna entera.
Flex Wheeler, el escultor de su propia anatomía, había perdido una parte esencial de sí mismo.
El hombre que una vez había desafiado a los dioses del músculo, ahora caminaba con muletas. Se detenía ante las escaleras, mirándolas como enemigos. En una entrevista, su voz se quebró:
—No soy el hombre que era antes. Me siento medio hombre. Solo tengo pensamientos negativos y no puedo parar de llorar.
59 años. Para Flex Wheeler, es la edad de la resistencia. No la resistencia del músculo —esa quedó atrás—, sino la más feroz de todas: la del espíritu.
Su cuerpo, el que alguna vez definió los límites de la perfección humana sobre una tarima, ya no es el mismo. Y sin embargo, ahí está: cada mañana, o cada tarde, entrando a un gimnasio.
No para competir. Para mantenerse. Para sentirse vivo.
El Flex actual no busca volumen, ni simetría, ni siquiera marcas. Busca seguir moviéndose, sostener su identidad a través del ejercicio. Entrena “si la salud se lo permite”. Algunas semanas puede. Otras, no. Pero siempre lo intenta.