La pintura más visitada del Museo del Louvre en París es también la más atacada a lo largo de los años, por personas que alegan motivos ideológicos o ambientalistas, entre otros. Lo siguiente será reubicarla
La Gioconda, o Mona Lisa, la obra maestra de Leonardo da Vinci, ha sido admirada por millones de personas a lo largo de los siglos. Sin embargo, su estatus como una de las pinturas más icónicas del mundo la ha convertido también en un blanco recurrente de ataques y vandalismo. Desde su robo en 1911 hasta las agresiones con pintura, piedra, tazas de té y, más recientemente, sopa, la historia de la Mona Lisa está marcada por episodios que han puesto a prueba su seguridad y la han alejado cada vez más del público.
El robo que la hizo famosa
A principios del siglo XX, la Mona Lisa era una obra reconocida en círculos artísticos, pero no tenía la notoriedad mundial que posee hoy. Todo cambió el 21 de agosto de 1911, cuando Vincenzo Peruggia, un trabajador italiano del Museo del Louvre logró sustraer la pintura sin demasiada planificación. La noticia del robo causó una conmoción global y convirtió a la Mona Lisa en una sensación mediática.
El suceso fue catalogado como el “robo de propiedad más famoso en tiempos de paz”, según el historiador Noah Charney, autor de Los robos de la Mona Lisa, como difundió la BBC. Durante más de dos años, la pintura permaneció desaparecida, mientras las autoridades francesas investigaban sin éxito. Se llegó incluso a sospechar de figuras como el poeta Guillaume Apollinaire y el pintor Pablo Picasso, quienes fueron interrogados, aunque, según National Geographic, resultaron ser inocentes.
El robo de 1911 marcó el inicio del fenómeno masivo en torno a la Mona Lisa
Finalmente, el 10 de diciembre de 1913, Peruggia intentó vender la pintura a un anticuario de Florencia, lo que llevó a su captura y a la recuperación de la obra. Para entonces, la Mona Lisa ya era un fenómeno cultural. Como señala R. A. Scotti en El robo de la sonrisa: “La Mona Lisa abandonó el Louvre siendo una obra de arte y volvió convertida en un icono”.
Primeros ataques documentados: de la piedra a la pintura roja
Con la fama de la Mona Lisa en ascenso, comenzaron los primeros ataques contra la pintura. Uno de los más recordados ocurrió en 1956, cuando un turista boliviano llamado Hugo Unzaga lanzó una piedra contra la obra, impactando el cristal protector y provocando daños visibles en el codo izquierdo de la figura.
Según el historiador boliviano Vicente González-Aramayo Zuleta, la razón detrás del ataque de Unzaga era su deseo de regresar a Bolivia: “Le salió bien, pues sólo le arrestaron veinticuatro horas y lo embarcaron hacia Bolivia”, como detalló la BBC. Este incidente fue determinante en la decisión del Louvre de reforzar la protección de la pintura, instalando un cristal a prueba de balas.Su fama mundial supera los estándares de belleza, consolidándose como mito cultural (Thomas Staub/Wikimedia Commons)
Años después, en 1974, la Mona Lisa fue atacada nuevamente, esta vez con pintura roja. Durante una exhibición en el Museo Nacional de Tokio, una japonesa llamada Tomoko Yonezu arrojó un aerosol rojo sobre la pintura en protesta por la falta de acceso para personas con discapacidad. Aunque la pintura no sufrió daños permanentes, el incidente reforzó la necesidad de extremar las medidas de seguridad.
Siglo XXI: un imán para activistas y provocadores
Los ataques contra la Mona Lisa no cesaron con el paso del tiempo. En 2009, una turista rusa lanzó una taza de porcelana contra el cristal de la obra en protesta por la negativa de las autoridades francesas a concederle la ciudadanía.
En mayo de 2022, un hombre disfrazado de anciana en silla de ruedas le arrojó un pastel, declarando que su intención era hacer reflexionar a la sociedad sobre el cuidado del medioambiente. “Pensad en la Tierra”, exclamó mientras era escoltado fuera del museo.
Más recientemente, el 28 de enero de 2024, dos activistas ambientales lanzaron botes de sopa sobre la pintura mientras gritaban: “¿Qué es más importante, el arte o el derecho a una alimentación sana y duradera?”. Este ataque fue parte de una serie de acciones similares contra obras de arte icónicas para llamar la atención sobre temas ecológicos.Dos activistas climáticas posan para las cámaras luego de arrojar sopa al vidrio que protege a la Mona Lisa, el 28 de enero de 2024. (AP Foto/Clement Lanot)
Luego de eso, el presidente francés Emmanuel Macron anunció que la Mona Lisa será trasladada a un nuevo espacio dentro del Museo del Louvre, ubicado bajo la Cour Carrée, con una entrada especial para descongestionar el flujo de visitantes. El presidente del museo, Laurence des Cars, explicó a Le Monde que esta reubicación permitirá “recordar el contexto de la creación de la pintura y su lugar especial en el imaginario mundial”, subrayando que casi el 75 % de los visitantes del Louvre acuden exclusivamente para ver la Mona Lisa.
La seguridad extrema y la distancia con el público
Debido a estos repetidos ataques, la Mona Lisa ha sido colocada tras una gruesa barrera de cristal blindado y separada del público por una barandilla que impide la proximidad de los visitantes.
Pese a los intentos de dañar o manipular su imagen, la Mona Lisa ha demostrado ser indestructible en términos de fama y relevancia cultural. Como afirma el periodista Simon Kuper del Financial Times: “La idea de la Mona Lisa ha reemplazado su belleza. La gente responde al mito, y el mito se creó en parte gracias al robo y los ataques”.
A más de 500 años de su creación, la Mona Lisa sigue siendo una de las obras más observadas, admiradas y, paradójicamente, atacadas de la historia. Su estatus de ícono mundial garantiza que continúe en el centro de la atención, ya sea como obra de arte o como plataforma de protesta.
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El papa canonizó por primera vez a dos beatos de Venezuela: José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles
La santificación, aprobada por el Francisco antes de su muerte, marca un momento clave para la fe católica en el país sudamericano, en medio de la grave crisis social y política que aqueja a la población
La mañana del domingo en la plaza de San Pedro dejó una estampa diferente a la habitual solemnidad romana: una multitud vibrante, colorida y emocionada, con miles de banderas venezolanas ondeando bajo el sol. Era, sobre todo, una jornada de celebración venezolana, marcada por la canonización de dos figuras profundamente queridas: José Gregorio Hernández, conocido como el “médico de los pobres”, y Carmen Rendiles, fundadora de una congregación religiosa y ejemplo de fortaleza.
En medio de cantos, rezos y lágrimas, la ceremonia oficializó un momento de comunión tanto para los que se congregaron en Roma como para los millones de venezolanos que, desde su país natal, siguieron el acontecimiento en medio de una severa crisis política y económica.
Cuando el papa León XIV pronunció en latín la solemne fórmula de canonización para inscribir en el libro de los santos los nombres de Hernández y Rendiles, la ovación cruzó el Atlántico. El eco del aplauso se expandió en plazas y calles de Caracas, donde cientos de fieles siguieron la transmisión en directo, muchos con imágenes de papeles y estampas del doctor-santo y otros encendiendo velas frente a altares improvisados. El júbilo no distinguía entre oficialistas y opositores: la canonización ofreció una de las pocas ocasiones de unidad para el país, distendiendo —al menos durante unas horas— la fuerte polarización política que define a la Venezuela contemporánea.
A la celebración acudieron cerca de 55.000 peregrinos, según informaron las autoridades locales. De ellos, miles ondeaban con orgullo el tricolor venezolano, y camisetas y gorras con el rostro de José Gregorio Hernández y la imagen de Carmen Rendiles resaltaban entre las delegaciones internacionales.
Entre los asistentes, un testimonio fue recogido por la prensa local: José Ramón Malave Contreras, venezolano que reside en Roma. “Mi mamá me puso mi nombre gracias a este santo venezolano porque según la creencia, yo iba a nacer muerto, así que mi mamá me puso su nombre por haberme salvado la vida. Para mí era imperdible este momento”, declaró emocionado.
La jornada en el Vaticano no fue exclusiva de los venezolanos. En esa misma ceremonia, el papa León XIV sumó a otros cinco santos: el arzobispo Ignacio Choukrallah Maloyan, mártir armenio asesinado durante el genocidio de inicios del siglo XX; Peter To Rot, laico de Papúa Nueva Guinea ejecutado en 1945; las religiosas italianas Vincenza Maria Poloni y Maria Troncatti; y el laico italiano Bartolo Longo. Pero la devoción popular venezolana marcó la jornada con un fervor y colorido raramente presentes en Roma.
La humanidad se encuentra en un momento sin precedentes. Los planes de visitar la Luna, establecer estaciones espaciales permanentes e incluso arribar a Marte en la próxima década, ya no pertenecen al reino de la ciencia ficción.
Sin embargo, junto con estas ambiciones extraordinarias surgen riesgos desconocidos y complejos para la salud humana, siendo el sistema inmunitario uno de los más vulnerables.
Para comprender mejor estos efectos, un equipo internacional liderado por el doctor Daniel Winer, del Buck Institute for Research on Aging, en colaboración con la NASA, la Agencia Espacial Europea y otras universidades, ha desarrollado un marco científico integral denominado astroinmunología.
Esta subdisciplina analiza cómo los factores estresantes del espacio alteran la fisiología inmunitaria y explora estrategias para proteger la salud de los astronautas en misiones de larga duración.
“El futuro de la humanidad implicará vivir en el espacio exterior o en mundos distantes para algunas personas. El objetivo principal de establecer esta subespecialidad emergente de la astroinmunología es desarrollar contramedidas para proteger la salud de quienes exploran la vida fuera de la Tierra”, señaló Winer.
El trabajo publicado en Nature Reviews Immunology no se limita a describir los problemas observados durante las misiones espaciales, sino que ofrece una comprensión mecanicista de cómo la microgravedad, la radiación cósmica, los cambios en los patrones de sueño y los factores de estrés fisiológico afectan la función inmunitaria.
Estos estudios aprovechan análisis multiómicos modernos, que incluyen perfiles transcriptómicos, proteómicos y metabolómicos, para delinear los mecanismos celulares y moleculares que explican la disminución de la eficacia del sistema inmunitario en el espacio.
Uno de los hallazgos más críticos es el impacto de la microgravedad en las células inmunitarias. En ausencia de la atracción gravitacional terrestre, los linfocitos T y las células NK presentan una proliferación, diferenciación y capacidad de respuesta reducidas. La desorganización del citoesqueleto altera la señalización y la comunicación intercelular, mientras que la disfunción mitocondrial incrementa la producción de especies reactivas de oxígeno (ERO), que dañan células y tejidos.