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Un grupo de desconocidos lo salvó de la muerte en Alaska

Un reconocido periodista se perdió en medio de la noche y la lluvia junto a su hermana mientras hacían kayak en 1988. Ahora pide colaboración para averiguar quiénes los rescataron.

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salvó muerte Alaska

“Hay una historia que les cuento a mis hijos para recordarles que, a pesar de muchas pruebas en contra, los seres humanos tienen la capacidad de ser increíblemente amables”.

Con estas palabras el periodista estadounidense A. J. Jacobs recordó un episodio que vivió en su juventud, cuando se perdió junto a su hermana mientras hacia kayak en Alaska y solo la intervención de un grupo de hombres los salvó de una muerte segura.

34 años después, Jacobs emprendió una búsqueda para encontrar a sus rescatistas.

“Si nos salvaron a mí y a mi hermana en una noche fría y lluviosa en Alaska hace 34 años, me gustaría darles las gracias”, escribió en una nota en el New York Times.

El incidente ocurrió en 1988, cuando Jacobs, hoy un destacado periodista y escritor que llegó a ser director de la célebre revista Esquire, estaba de vacaciones con sus padres y su hermana en Alaska.

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Una tarde, contó, junto a su hermana Beryl decidieron alquilar un kayak y salieron a remar por los canales del Parque Nacional de la Bahía de los Glaciares.

“Era precioso. No había otros seres humanos a la vista, sólo montañas y pinos y alguna foca que asomaba la nariz fuera del agua”, recordó.

Pero después de media hora, la marea había cambiado, haciendo desaparecer el canal por el que habían estado remando. “Estábamos desconcertados, perdidos en la enorme bahía. Giramos a la izquierda y seguimos remando, demasiado asustados para acercarnos a la tierra infestada de osos”.

Así pasaron ocho horas. No había rastro de otros humanos. Hacia frío y llovía, según el relato de Jacobs. Los dos jóvenes comenzaron a temer lo peor.

“Hablamos medio en broma de lo que podrían decir nuestras necrológicas”, escribió.

Hasta que, alrededor de la 1 de la madrugada, oyeron voces en la distancia.

Era un grupo de cinco hombres que acampaban en una de las islas y se quedaron hasta tarde tomando cervezas.

“¿Tienen cigarrillos?”, le preguntó uno de ellos cuando, guiados por el ruido, llegaron a la orilla.

Jacobs quedó sorprendido por la actitud de esos hombres.

“No se quejaron ni regañaron. Fueron más que amables, nos dieron ropa seca, agua y una tienda de campaña”, recordó. “A pesar de que era plena noche y de que parecían un poco agotados, recorrieron varios cientos de metros para recuperar la comida que habían almacenado y colgado de un árbol para mantener alejados a los osos”.

Por la mañana, Jacobs y su hermana colocaron piedras en la playa para deletrear SOS. Poco después, fueron encontrados por sus padres, que habían comenzado la búsqueda alquilando un hidroavión.

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Jacobs olvidó el episodio durante 34 años. Hasta que una pregunta de su hijo reavivó el recuerdo.

“Si estás tan agradecido a esos tipos, ¿por qué no vas a buscarlos y les das las gracias?”, le dijo.

Fue el disparador de una búsqueda a través de Estados Unidos que aún continúa.

Jacobs publicó un relato de lo sucedido en Facebook, explicando que esperaba encontrar a sus rescatistas y recibió cientos de respuestas. Muchas personas proporcionaron pistas sobre conocidos que trabajaron en Alaska en la década de 1980.

Poco después, gracias a la ayuda de un detective consiguió el informe que el parque había redactado sobre el caso.

“Aproximadamente a las 19:30, Arnold Jacobs notificó al puesto de contacto de los guardabosques que su hijo y su hija no habían regresado”, decía el informe. Los guardabosques buscaron en kayak, pero “la oscuridad detuvo los esfuerzos”. Se reanudaron por la mañana, pero “la niebla era espesa y limitaba la visibilidad a distancia”.

“Un grupo de kayak de Doug Rand de 5 personas estaba acampando en el extremo norte de la isla Kidney escuchó sus súplicas de ayuda y salió remando”, seguía el informe.

Era la información que Jacobs estaba buscando, el nombre de uno de los rescatistas: Doug Rand.

En las semanas siguientes, Jacobs contactó a los 82 Doug Rand que pudo encontrar a lo largo de todo el país para preguntarle si habían rescatado a dos jóvenes en 1988.

Hasta el momento, Jacobs no logró encontrar a sus rescatistas.

“Todavía espero encontrar a Doug Rand y a sus compañeros salvavidas. Les debo una copa”, escribió.

Aún así, concluyó, “me ha encantado la experiencia de conectar con esta sección transversal de Estados Unidos, los Doug Rands y los detectives entusiastas”.

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El papa canonizó por primera vez a dos beatos de Venezuela: José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles

La santificación, aprobada por el Francisco antes de su muerte, marca un momento clave para la fe católica en el país sudamericano, en medio de la grave crisis social y política que aqueja a la población

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La mañana del domingo en la plaza de San Pedro dejó una estampa diferente a la habitual solemnidad romana: una multitud vibrante, colorida y emocionada, con miles de banderas venezolanas ondeando bajo el sol. Era, sobre todo, una jornada de celebración venezolana, marcada por la canonización de dos figuras profundamente queridas: José Gregorio Hernández, conocido como el “médico de los pobres”, y Carmen Rendiles, fundadora de una congregación religiosa y ejemplo de fortaleza.

En medio de cantos, rezos y lágrimas, la ceremonia oficializó un momento de comunión tanto para los que se congregaron en Roma como para los millones de venezolanos que, desde su país natal, siguieron el acontecimiento en medio de una severa crisis política y económica.

Cuando el papa León XIV pronunció en latín la solemne fórmula de canonización para inscribir en el libro de los santos los nombres de Hernández y Rendiles, la ovación cruzó el Atlántico. El eco del aplauso se expandió en plazas y calles de Caracas, donde cientos de fieles siguieron la transmisión en directo, muchos con imágenes de papeles y estampas del doctor-santo y otros encendiendo velas frente a altares improvisados. El júbilo no distinguía entre oficialistas y opositores: la canonización ofreció una de las pocas ocasiones de unidad para el país, distendiendo —al menos durante unas horas— la fuerte polarización política que define a la Venezuela contemporánea.

A la celebración acudieron cerca de 55.000 peregrinos, según informaron las autoridades locales. De ellos, miles ondeaban con orgullo el tricolor venezolano, y camisetas y gorras con el rostro de José Gregorio Hernández y la imagen de Carmen Rendiles resaltaban entre las delegaciones internacionales.

Entre los asistentes, un testimonio fue recogido por la prensa local: José Ramón Malave Contreras, venezolano que reside en Roma. “Mi mamá me puso mi nombre gracias a este santo venezolano porque según la creencia, yo iba a nacer muerto, así que mi mamá me puso su nombre por haberme salvado la vida. Para mí era imperdible este momento”, declaró emocionado.

La jornada en el Vaticano no fue exclusiva de los venezolanos. En esa misma ceremonia, el papa León XIV sumó a otros cinco santos: el arzobispo Ignacio Choukrallah Maloyan, mártir armenio asesinado durante el genocidio de inicios del siglo XX; Peter To Rot, laico de Papúa Nueva Guinea ejecutado en 1945; las religiosas italianas Vincenza Maria Poloni y Maria Troncatti; y el laico italiano Bartolo Longo. Pero la devoción popular venezolana marcó la jornada con un fervor y colorido raramente presentes en Roma.

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Investigan si los viajes espaciales debilitan el sistema inmunitario humano: las estrategias de prevención

Científicos evalúan los riesgos y proponen acciones para preservar la salud de los astronautas. Qué dicen los nuevos estudios

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La humanidad se encuentra en un momento sin precedentes. Los planes de visitar la Luna, establecer estaciones espaciales permanentes e incluso arribar a Marte en la próxima década, ya no pertenecen al reino de la ciencia ficción.

Sin embargo, junto con estas ambiciones extraordinarias surgen riesgos desconocidos y complejos para la salud humana, siendo el sistema inmunitario uno de los más vulnerables.

Para comprender mejor estos efectos, un equipo internacional liderado por el doctor Daniel Winer, del Buck Institute for Research on Aging, en colaboración con la NASA, la Agencia Espacial Europea y otras universidades, ha desarrollado un marco científico integral denominado astroinmunología.

Esta subdisciplina analiza cómo los factores estresantes del espacio alteran la fisiología inmunitaria y explora estrategias para proteger la salud de los astronautas en misiones de larga duración.

“El futuro de la humanidad implicará vivir en el espacio exterior o en mundos distantes para algunas personas. El objetivo principal de establecer esta subespecialidad emergente de la astroinmunología es desarrollar contramedidas para proteger la salud de quienes exploran la vida fuera de la Tierra”, señaló Winer.

El trabajo publicado en Nature Reviews Immunology no se limita a describir los problemas observados durante las misiones espaciales, sino que ofrece una comprensión mecanicista de cómo la microgravedad, la radiación cósmica, los cambios en los patrones de sueño y los factores de estrés fisiológico afectan la función inmunitaria.

Estos estudios aprovechan análisis multiómicos modernos, que incluyen perfiles transcriptómicos, proteómicos y metabolómicos, para delinear los mecanismos celulares y moleculares que explican la disminución de la eficacia del sistema inmunitario en el espacio.

Uno de los hallazgos más críticos es el impacto de la microgravedad en las células inmunitarias. En ausencia de la atracción gravitacional terrestre, los linfocitos T y las células NK presentan una proliferación, diferenciación y capacidad de respuesta reducidas. La desorganización del citoesqueleto altera la señalización y la comunicación intercelular, mientras que la disfunción mitocondrial incrementa la producción de especies reactivas de oxígeno (ERO), que dañan células y tejidos.

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