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Un estudio reveló que los vikingos llegaron a América mucho antes que Cristobal Colón

Un estudio publicado en Nature confirma que el primer encuentro entre los vikingos y los nativos americanos se dio en el siglo XI

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Que Cristóbal Colón no fue el primero en poner un pie en tierras americanas es un hecho historiográfico más o menos conocido y aceptado, pero el crédito por el ‘descubrimiento’ del nuevo continente nunca le ha sido realmente arrebatado.

Ya para el año 1874, Rasmus B. Anderson, profesor de la Universidad de Wisconsin, fue el primero en declarar que “América no fue descubierta por Colón”, y en señalar a los Vikingos como los reales descubridores de estas tierras, específicamente la parte norte del continente. Su afirmación estaba basada en las revisiones historiográficas y lingüísticas de las antiguas sagas vikingas, como la “Saga de los groenlandeses” y la “Saga de Erik el Rojo”, escritas en los siglos XIII y XIV.

Esta teoría de Anderson fue finalmente comprobada en octubre de este año, gracias a una investigación que, utilizando tecnología de punta, logró establecer la fecha exacta de la primera visita vikinga a América del Norte: tuvo lugar en 1021.

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Para hacerlo, analizaron la edad de los restos de madera recuperados en las excavaciones arqueológicas en la isla de Terranova (actualmente una provincia de Canadá), un sitio llamado L’Anse aux Meadows, en el que en 1960 fueron descubiertos ocho estructuras que se asemejaban a ruinas vikingas de Islandia y Groenlandia.

La excavación posterior arrojó varios objetos, entre ellos una aguja de hueso, una piedra de afilar y un verticilo de esteatita, que demostraron que el sitio pertenecía a los nórdicos. Si bien la mayor parte de la evidencia sugirió que L’Anse aux Meadows se estableció a fines del siglo X o principios del XI, las técnicas de datación disponibles en ese entonces seguían siendo imprecisas.

Pero el artículo publicado en Nature logró establecer una fecha más precisa. El estudio se centró en tres piezas de madera obtenidas de L’Aanse aux Meadows. Cada una había sido cortado con una herramienta de metal, tal vez un hacha, una tecnología que no era utilizada por los grupos indígenas de la zona en el siglo XI.

Los científicos que lideraron el estudio luego centraron su atención en la dendrocronología, o datación de anillos de árboles, un campo cuya precisión ha avanzado considerablemente en los últimos años. Tras la identificación de un evento inusual llamado Miyake en 993 y 994, en el que los picos del isótopo carbono-14 en la atmósfera cambiaron la forma en que aparecen los anillos de los árboles de ese momento, los científicos buscaron esta firma de radiocarbono distintiva en los anillos de sus tres especímenes. Usando este método, calcularon que los árboles fueron talados 28 años después de 993: exactamente hace un milenio, en 1021.

Los científicos han reconocido que este lugar es el legendario Vinland descrito en las sagas nórdicas, un territorio que fue el epicentro del encuentro de los vikingos con los pueblos originarios que ya habitaban esas tierras, por lo menos 500 años antes de la llegada de Colón y de que el cartografista alemán Matthias Ringmann bautizara el continente cómo América, en honor al italiano Américo Vespucio.

Tanto las sagas como la evidencia arqueológica subrayan la naturaleza tentativa y de pequeña escala de la actividad vikinga en América del Norte. L’Anse aux Meadows no acogió a más de 100 personas. Con toda probabilidad, el sitio funcionó menos como una colonia permanente y más como un campamento que sirvió como base para futuras exploraciones. Las sagas describen sucesivas expediciones a Vinland que no lograron establecerse. Según los autores, esto se debió en parte a la hostilidad de los pueblos nativos que ocupoaban estas tierras y en parte a disputas internas entre los grupos exploradores que emprendieron los viajes.

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Estas historias comunicaron el mensaje de que Vinland, a pesar de todos sus abundantes recursos naturales, era un lugar peligroso para visitar. A pesar de estas advertencias, la evidencia de las crónicas y otras fuentes dejan claro que, a lo largo de la Edad Media, los miembros de las colonias nórdicas en Groenlandia, descendientes de los colonos vikingos originales, continuaron viajando con cierta regularidad hacia los confines de lo que hoy es América del Norte. Lo hicieron en busca de madera y para cazar las morsas cuyos colmillos eran preciados en toda Europa en ese momento.

Para Joel D. Anderson, profesor asistente de historia en la Universidad de Maine, este encuentro de dos culturas demuestran cómo los vikingos ayudaron a expandir el mundo de formas hasta entonces inimaginables. Destaca el profesor que los seres humanos comenzaron a emigrar de África hace 80.000 años y que con la reciente confirmación del encuentro entre americanos nativos y vikingos en 1021, ahora sabemos a ciencia cierta cuánto tiempo le tomó a la humanidad para rondar toda la Tierra.

“El encuentro entre los vikingos y los pueblos indígenas de América del Norte fue una especie de reencuentro familiar, un encuentro de dos ramas de la especie humana, una migrando por Europa y la otra por Asia, que habían estado separadas durante miles de años”, destaca el científico.

Este trascendental evento, destaca Anderson, pasó entonces desapercibido y pasaron mil años para que entendiéramos su magnitud y significancia, por eso pregunta: “Si la tala de tres árboles en 1021 puede arrojar luz sobre un pasado que nos ayuda a dar sentido al mundo en 2021, ¿qué pequeño evento, apenas notado hoy, podría proporcionar una idea de la historia mundial en 3021?”

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El papa canonizó por primera vez a dos beatos de Venezuela: José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles

La santificación, aprobada por el Francisco antes de su muerte, marca un momento clave para la fe católica en el país sudamericano, en medio de la grave crisis social y política que aqueja a la población

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La mañana del domingo en la plaza de San Pedro dejó una estampa diferente a la habitual solemnidad romana: una multitud vibrante, colorida y emocionada, con miles de banderas venezolanas ondeando bajo el sol. Era, sobre todo, una jornada de celebración venezolana, marcada por la canonización de dos figuras profundamente queridas: José Gregorio Hernández, conocido como el “médico de los pobres”, y Carmen Rendiles, fundadora de una congregación religiosa y ejemplo de fortaleza.

En medio de cantos, rezos y lágrimas, la ceremonia oficializó un momento de comunión tanto para los que se congregaron en Roma como para los millones de venezolanos que, desde su país natal, siguieron el acontecimiento en medio de una severa crisis política y económica.

Cuando el papa León XIV pronunció en latín la solemne fórmula de canonización para inscribir en el libro de los santos los nombres de Hernández y Rendiles, la ovación cruzó el Atlántico. El eco del aplauso se expandió en plazas y calles de Caracas, donde cientos de fieles siguieron la transmisión en directo, muchos con imágenes de papeles y estampas del doctor-santo y otros encendiendo velas frente a altares improvisados. El júbilo no distinguía entre oficialistas y opositores: la canonización ofreció una de las pocas ocasiones de unidad para el país, distendiendo —al menos durante unas horas— la fuerte polarización política que define a la Venezuela contemporánea.

A la celebración acudieron cerca de 55.000 peregrinos, según informaron las autoridades locales. De ellos, miles ondeaban con orgullo el tricolor venezolano, y camisetas y gorras con el rostro de José Gregorio Hernández y la imagen de Carmen Rendiles resaltaban entre las delegaciones internacionales.

Entre los asistentes, un testimonio fue recogido por la prensa local: José Ramón Malave Contreras, venezolano que reside en Roma. “Mi mamá me puso mi nombre gracias a este santo venezolano porque según la creencia, yo iba a nacer muerto, así que mi mamá me puso su nombre por haberme salvado la vida. Para mí era imperdible este momento”, declaró emocionado.

La jornada en el Vaticano no fue exclusiva de los venezolanos. En esa misma ceremonia, el papa León XIV sumó a otros cinco santos: el arzobispo Ignacio Choukrallah Maloyan, mártir armenio asesinado durante el genocidio de inicios del siglo XX; Peter To Rot, laico de Papúa Nueva Guinea ejecutado en 1945; las religiosas italianas Vincenza Maria Poloni y Maria Troncatti; y el laico italiano Bartolo Longo. Pero la devoción popular venezolana marcó la jornada con un fervor y colorido raramente presentes en Roma.

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Investigan si los viajes espaciales debilitan el sistema inmunitario humano: las estrategias de prevención

Científicos evalúan los riesgos y proponen acciones para preservar la salud de los astronautas. Qué dicen los nuevos estudios

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La humanidad se encuentra en un momento sin precedentes. Los planes de visitar la Luna, establecer estaciones espaciales permanentes e incluso arribar a Marte en la próxima década, ya no pertenecen al reino de la ciencia ficción.

Sin embargo, junto con estas ambiciones extraordinarias surgen riesgos desconocidos y complejos para la salud humana, siendo el sistema inmunitario uno de los más vulnerables.

Para comprender mejor estos efectos, un equipo internacional liderado por el doctor Daniel Winer, del Buck Institute for Research on Aging, en colaboración con la NASA, la Agencia Espacial Europea y otras universidades, ha desarrollado un marco científico integral denominado astroinmunología.

Esta subdisciplina analiza cómo los factores estresantes del espacio alteran la fisiología inmunitaria y explora estrategias para proteger la salud de los astronautas en misiones de larga duración.

“El futuro de la humanidad implicará vivir en el espacio exterior o en mundos distantes para algunas personas. El objetivo principal de establecer esta subespecialidad emergente de la astroinmunología es desarrollar contramedidas para proteger la salud de quienes exploran la vida fuera de la Tierra”, señaló Winer.

El trabajo publicado en Nature Reviews Immunology no se limita a describir los problemas observados durante las misiones espaciales, sino que ofrece una comprensión mecanicista de cómo la microgravedad, la radiación cósmica, los cambios en los patrones de sueño y los factores de estrés fisiológico afectan la función inmunitaria.

Estos estudios aprovechan análisis multiómicos modernos, que incluyen perfiles transcriptómicos, proteómicos y metabolómicos, para delinear los mecanismos celulares y moleculares que explican la disminución de la eficacia del sistema inmunitario en el espacio.

Uno de los hallazgos más críticos es el impacto de la microgravedad en las células inmunitarias. En ausencia de la atracción gravitacional terrestre, los linfocitos T y las células NK presentan una proliferación, diferenciación y capacidad de respuesta reducidas. La desorganización del citoesqueleto altera la señalización y la comunicación intercelular, mientras que la disfunción mitocondrial incrementa la producción de especies reactivas de oxígeno (ERO), que dañan células y tejidos.

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