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Viral

Récord Guinnes: Chanel Tapper alcanzó la fama por su lengua de 9,75 centímetros

Desde California al mundo, su atributo la llevó a colaborar con marcas que apuestan por la inclusión

En la actualidad, donde las características únicas pueden abrir puertas inesperadas, Chanel Tapper encontró su lugar en la fama gracias a su extraordinaria lengua, que mide 9,75 centímetros. Desde 2010, Tapper mantuvo el Récord Guinness por tener la lengua femenina más larga del mundo. Este atributo no solo le ha otorgado un título mundial, sino que también le ha permitido participar en campañas internacionales, como la reciente colaboración con la marca de moda Diesel.

Según informó el medio Guinness World Records, Tapper fue parte de la campaña primavera/verano 2024 de Diesel, que reunió a varios poseedores de récords mundiales para destacar sus talentos de manera creativa.

Una vida de asombro y habilidades únicas

Residente de California, Estados Unidos Chanel Tapper capturó la atención de las redes sociales y los medios de comunicación debido a su inusual característica. De acuerdo con Guinness World Records, Tapper disfruta de las reacciones de asombro que provoca su lengua, especialmente cuando las personas gritan o se muestran impactadas al verla. Más allá de lo visual, Tapper demostró tener diversas habilidades con su lengua, como remover piezas del juego Jengavoltear vasos de plásticotocar su propia nariz y equilibrar una cuchara. Estas acciones, según el medio, resaltan aún más lo extraordinario de su condición.

Chanel Tapper sorprendió a las redes mostrando habilidades únicas con su lengua, como mover una pieza del Jenga (Créditos: Guinness World Records)

A su vez, la colaboración con Diesel no solo permitió a Tapper mostrar su talento, sino que también le brindó la oportunidad de viajar y conocer a otros recordistas, una experiencia que valora profundamente. Según detallóun medio de Costa Rica, la producción publicitaria se desarrolló en un escenario que simulaba un programa televisivo, donde los invitados pudieron exhibir sus habilidades únicas. En el caso de Tapper, su lengua fue pintada de azul y verde, en alusión a la estética de la campaña, lo que añadió un toque artístico a su participación.

El impacto de un récord mundial

Desde que obtuvo el título mundial, Chanel Tapper ha experimentado un cambio significativo en su vida. El medio informó, la atención mediática y las oportunidades de colaboración han sido algunas de las experiencias más destacadas para ella.

La posibilidad de ser parte de una campaña internacional con una marca reconocida como Diesel es un testimonio del impacto que un récord mundial puede tener en la vida de una persona. Además, la campaña no solo celebra las características únicas de los participantes, sino que también promueve la aceptación y la diversidad en un mundo cada vez más globalizado.

Con su lengua récord y su creciente popularidad, Chanel Tapper continúa explorando nuevas oportunidades y desafíos. Según consignó el medio Guinness World Records, su participación en la campaña de Diesel es solo un ejemplo de cómo las características únicas pueden ser celebradas y utilizadas para inspirar a otros. A medida que avanza en su carrera, Tapper sigue demostrando que lo extraordinario puede ser una fuente de orgullo y éxito, abriendo camino para que otros también celebren sus diferencias.

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Entretenimiento

Cómo la película “Cónclave” se convirtió en profecía de lo que sucederá en el Vaticano

Estrenada antes del fallecimiento del papa Francisco, la obra de Edward Berger recobra vitalidad en vísperas de la elección del nuevo jefe de la Iglesia Católica: ¿cuánto reproduce y cuánto distorsiona en realidad?

La especulación que rodea a un cónclave para elegir a un papa es una tradición antiquísima. Pero para el inminente cónclave tras la muerte del papa Francisco, las filas de los expertos aficionados en el Vaticano se han multiplicado, gracias a Hollywood.

Cónclave, la película, un sombrío thriller político, presentó a muchos espectadores laicos de todo el mundo el antiguo proceso de selección con sus reglas arcanas y ceremonias majestuosas, aunque con un giro propio del cine lleno de intrigas palaciegas y sorpresas.

Aunque tiene sus críticos, el film trata la solemnidad de una elección papal con respeto y representa con precisión muchos rituales y problemas contemporáneos a los que se enfrenta hoy la Iglesia Católica. Sin embargo, expertos del Vaticano advierten que la película no lo acierta todo. Este es un análisis de lo que la película protagonizada por Ralph Fiennes hace bien — y mal — sobre los cónclaves.

Escenografía y estética

La película sobresale al recrear el aspecto y la atmósfera de un cónclave. “Acierta en muchas cosas. Intentaron reproducir con precisión la mise-en-scène del Vaticano”, dice William Cavanaugh, profesor de estudios católicos en la Universidad DePaul en Chicago. “Muestran que gran parte del drama se desarrolla en las conversaciones previas a la reunión de los cardenales”.

No es una recreación perfecta, según el reverendo Thomas Reese, analista senior en el Religion News Service y experto en el Vaticano. Considera que los valores de producción de la película son “maravillosos”, pero señala ligeras discrepancias en la vestimenta de los cardenales.

“El rojo de las vestimentas de los cardenales era un rojo intenso, mientras que en la realidad es más anaranjado. Francamente, me gusta más la versión de Hollywood”, dijo Reese, sacerdote jesuita que escribió Dentro del Vaticano: La política y organización de la Iglesia Católica.

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Entretenimiento

Encontrar a mamá, 83 años después

Rosa Rotenberg vivió tratando de reconstruir su historia. Desde el Gueto de Varsovia hasta Bergen Belsen, el largo camino hasta dar con su madre

Habrá pasado miles de veces por ese hall -corriendo, saltando, caminando, siempre sonriente, como cualquier niña, sin ser plenamente consciente de lo que ocurría a pocas cuadras de allí, en el corazón del Gueto de Varsovia. Su inocencia permanecía, de alguna manera, resguardada, aunque sin esos abrazos claves, fundamentales, para forjar el alma de cualquier criatura que inicia su hoja de ruta.

Ahora, más de 80 años después, Rosa retornó a ese lugar. Por segunda vez. Sentada en una de las banquetas de esa misma entrada del orfanato Kzendza Boduena que la acogió cuando apenas tenía un año, narra detalladamente el calvario que atravesó hasta cerrar (casi) definitivamente -hace apenas un puñado de días- su historia.

Rosa Rotenberg tiene 83 años. Nació en junio de 1941 en el gueto, símbolo del horror nazi pero también de la resiliencia y el heroísmo. Sus padres, Salomón Rotenberg y Regina Seywacz, previeron que la era venidera sería de espanto y muerte y tomaron la decisión más dramática (y osada) para salvar a esa beba de cinco meses que posiblemente no podría sobrevivir ni el hambre, ni el implacable engranaje de oscuridad alemana. La desterraron furtiva, secretamente, de esos muros infames confiando en que las manos por las que pasaría su recién nacida la depositarían en un lugar donde sería rescatada, alimentada, protegida. Salvada.

La voz de Rosa es calma. Por momentos trastabilla por la emoción. La memoria, prodigiosa. Salvo para recordar algo que anhelaría con devoción: a su madre Regina, cuyo rostro, sonrisa y amorosos besos y abrazos -que habrán sido miles, apresurados, clandestinos, desgarrados- no permanecen entre sus registros más prístinos.

Del gueto la sacó un joven -de nombre Kalmen– autorizado por los alemanes para trabajar fuera de los límites del barrio judío. La riesgosa misión fue concretada el 23 de diciembre de 1941. Ese muchacho arriesgó la vida de Rosa, pero también la propia. Fue uno de los tantos héroes de esa época de valientes. Escondió a la niña cuidadosamente en su bolso de herramientas luego de ser testigo de cómo Reginale obsequiaba un último adiós a su hija, perforada de dolor. El ignoto protagonista cruzó los muros, nervioso, esperando que el azar y la pereza de los guardias nazis hicieran su parte y no fuera inspeccionado. Resultó. Luego, esa beba que no lloró en el momento más crítico de su -hasta ese momento- breve existencia, pasaría de sitio en sitio hasta ser depositada en ese convento en el centro de Varsovia, repleto de cientos de niños huérfanos.

Hasta que en 2015 creyó que sí era el momento de ponerse a hurgar en sus propias raíces. Conocer más sobre su historia y la de su familia. Su padre había muerto hacía diez años y ahora que sus hijos estaban formando sus propias vidas y tenía más tiempo por haber puesto punto final a su profesión, decidió embarcarse en su identidad.

Retornó a Varsovia. Buscó documentos, datos, fechas, direcciones, nombres. Se dirigió al orfanato Kzendza Boduena, donde todo comenzó, con la esperanza de recordar algo: una escalera, un patio, un aula, una capilla. Pero no tuvo absoluta suerte. No recordaba ese sitio que la abrazó en el inicio de su vida. También fue al cementerio judío de la ciudad, uno de los más emblemáticos del mundo, donde derramó lágrimas ante la tumba de su abuelo paterno. Hasta entonces, era lo más cerca que había estado de su madre.

Eso sí, leyó los registros del convento de inicios de la década del 40 y encontró aquel nombre cristiano junto a su fecha de ingreso y de partida. Nombre: WandaDarlewska. Ingreso: diciembre de 1942. Egreso: mayo de 1945. Todo cuadraba, salvo una cosa: ¿Qué había pasado con mamá? ¿Qué fue de la vida de Regina Seywacz?

Lo poco que sabía de ella era lo que había leído en las memorias escritas por su padre, Abi Vaiter (Sigamos Adelante): “Una compañera de vagón, durante la deportación, la había visto sin vida… Fue muy dolorosa esa constatación, pero me obligó a reorientar mi vida y eso fue lo que hice al llegar a Francia”.

Era el único y aislado dato que tuvo durante años. Recurrió a una fundación que se dedicó a clasificar documentos sobre las víctimas de la persecución nazi: los Archivos Arolsen. Pero nada. O no mucho.

Al momento de armar las valijas para regresar a Buenos Aires de ese viaje, su hermana le envió por correo documentación de la Cruz Roja que había llegado hacía minutos y que la reorientaron hacia donde podía haber estado póstumamente Regina: en el campo de concentración de Bergen Belsen, al sur de Hamburgo, Alemania. Murió allí a los 30 años. Era una historia diferente a lo que le había narrado su padre Salomón y que luego plasmó en sus memorias.

Lloró. Lloró. Lloró. Por la emoción de conocer cuál había sido el final de Regina, mamá, y por la impotencia de saber que su viaje a Varsovia concluía y debía pegar la vuelta a la Argentina.

Con los años, Rosa creyó que su edad ya no le permitiría retornar a Europa y eso la angustió largo tiempo. Su viaje había sido en 2015 y completó varios casilleros en blanco de su vida, aunque no el más importante.

Sin embargo, con 83 años regresó a Europa. El Museo del Holocausto de Buenos Aires la había invitado a retornar al orfanato en el que sobrevivió y a participar de la Marcha por la Vida que se realiza todos los años en Auschwitz-Birkenau.

Pero antes, Rosa quiso completar el círculo. Días antes de conmemorarse la liberación del más gigantesco campo de exterminio voló a Hamburgo, Alemania. Condujo una hora junto a sus hijos Miguel y Carolina Rozensztroch hasta BergenBelsen. Fue con la documentación que había conseguido durante estos últimos años, constató con los registros del campo de concentración y encontró el lugar exacto donde reposan los restos de Regina. 83 años después.

Dice, tratando de secar su emoción con un pañuelo de papel, que sólo le falta una fotografía para cerrar todo el círculo. Una imagen que le ponga rostro a la mujer que la abrazó y alimentó precipitadamente por última vez cuando apenas tenía cinco meses y la dio en custodia al destino.

Pero esa será su última misión.

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