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Encontrar a mamá, 83 años después

Rosa Rotenberg vivió tratando de reconstruir su historia. Desde el Gueto de Varsovia hasta Bergen Belsen, el largo camino hasta dar con su madre

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Habrá pasado miles de veces por ese hall -corriendo, saltando, caminando, siempre sonriente, como cualquier niña, sin ser plenamente consciente de lo que ocurría a pocas cuadras de allí, en el corazón del Gueto de Varsovia. Su inocencia permanecía, de alguna manera, resguardada, aunque sin esos abrazos claves, fundamentales, para forjar el alma de cualquier criatura que inicia su hoja de ruta.

Ahora, más de 80 años después, Rosa retornó a ese lugar. Por segunda vez. Sentada en una de las banquetas de esa misma entrada del orfanato Kzendza Boduena que la acogió cuando apenas tenía un año, narra detalladamente el calvario que atravesó hasta cerrar (casi) definitivamente -hace apenas un puñado de días- su historia.

Rosa Rotenberg tiene 83 años. Nació en junio de 1941 en el gueto, símbolo del horror nazi pero también de la resiliencia y el heroísmo. Sus padres, Salomón Rotenberg y Regina Seywacz, previeron que la era venidera sería de espanto y muerte y tomaron la decisión más dramática (y osada) para salvar a esa beba de cinco meses que posiblemente no podría sobrevivir ni el hambre, ni el implacable engranaje de oscuridad alemana. La desterraron furtiva, secretamente, de esos muros infames confiando en que las manos por las que pasaría su recién nacida la depositarían en un lugar donde sería rescatada, alimentada, protegida. Salvada.

La voz de Rosa es calma. Por momentos trastabilla por la emoción. La memoria, prodigiosa. Salvo para recordar algo que anhelaría con devoción: a su madre Regina, cuyo rostro, sonrisa y amorosos besos y abrazos -que habrán sido miles, apresurados, clandestinos, desgarrados- no permanecen entre sus registros más prístinos.

Del gueto la sacó un joven -de nombre Kalmen– autorizado por los alemanes para trabajar fuera de los límites del barrio judío. La riesgosa misión fue concretada el 23 de diciembre de 1941. Ese muchacho arriesgó la vida de Rosa, pero también la propia. Fue uno de los tantos héroes de esa época de valientes. Escondió a la niña cuidadosamente en su bolso de herramientas luego de ser testigo de cómo Reginale obsequiaba un último adiós a su hija, perforada de dolor. El ignoto protagonista cruzó los muros, nervioso, esperando que el azar y la pereza de los guardias nazis hicieran su parte y no fuera inspeccionado. Resultó. Luego, esa beba que no lloró en el momento más crítico de su -hasta ese momento- breve existencia, pasaría de sitio en sitio hasta ser depositada en ese convento en el centro de Varsovia, repleto de cientos de niños huérfanos.

Hasta que en 2015 creyó que sí era el momento de ponerse a hurgar en sus propias raíces. Conocer más sobre su historia y la de su familia. Su padre había muerto hacía diez años y ahora que sus hijos estaban formando sus propias vidas y tenía más tiempo por haber puesto punto final a su profesión, decidió embarcarse en su identidad.

Retornó a Varsovia. Buscó documentos, datos, fechas, direcciones, nombres. Se dirigió al orfanato Kzendza Boduena, donde todo comenzó, con la esperanza de recordar algo: una escalera, un patio, un aula, una capilla. Pero no tuvo absoluta suerte. No recordaba ese sitio que la abrazó en el inicio de su vida. También fue al cementerio judío de la ciudad, uno de los más emblemáticos del mundo, donde derramó lágrimas ante la tumba de su abuelo paterno. Hasta entonces, era lo más cerca que había estado de su madre.

Eso sí, leyó los registros del convento de inicios de la década del 40 y encontró aquel nombre cristiano junto a su fecha de ingreso y de partida. Nombre: WandaDarlewska. Ingreso: diciembre de 1942. Egreso: mayo de 1945. Todo cuadraba, salvo una cosa: ¿Qué había pasado con mamá? ¿Qué fue de la vida de Regina Seywacz?

Lo poco que sabía de ella era lo que había leído en las memorias escritas por su padre, Abi Vaiter (Sigamos Adelante): “Una compañera de vagón, durante la deportación, la había visto sin vida… Fue muy dolorosa esa constatación, pero me obligó a reorientar mi vida y eso fue lo que hice al llegar a Francia”.

Era el único y aislado dato que tuvo durante años. Recurrió a una fundación que se dedicó a clasificar documentos sobre las víctimas de la persecución nazi: los Archivos Arolsen. Pero nada. O no mucho.

Al momento de armar las valijas para regresar a Buenos Aires de ese viaje, su hermana le envió por correo documentación de la Cruz Roja que había llegado hacía minutos y que la reorientaron hacia donde podía haber estado póstumamente Regina: en el campo de concentración de Bergen Belsen, al sur de Hamburgo, Alemania. Murió allí a los 30 años. Era una historia diferente a lo que le había narrado su padre Salomón y que luego plasmó en sus memorias.

Lloró. Lloró. Lloró. Por la emoción de conocer cuál había sido el final de Regina, mamá, y por la impotencia de saber que su viaje a Varsovia concluía y debía pegar la vuelta a la Argentina.

Con los años, Rosa creyó que su edad ya no le permitiría retornar a Europa y eso la angustió largo tiempo. Su viaje había sido en 2015 y completó varios casilleros en blanco de su vida, aunque no el más importante.

Sin embargo, con 83 años regresó a Europa. El Museo del Holocausto de Buenos Aires la había invitado a retornar al orfanato en el que sobrevivió y a participar de la Marcha por la Vida que se realiza todos los años en Auschwitz-Birkenau.

Pero antes, Rosa quiso completar el círculo. Días antes de conmemorarse la liberación del más gigantesco campo de exterminio voló a Hamburgo, Alemania. Condujo una hora junto a sus hijos Miguel y Carolina Rozensztroch hasta BergenBelsen. Fue con la documentación que había conseguido durante estos últimos años, constató con los registros del campo de concentración y encontró el lugar exacto donde reposan los restos de Regina. 83 años después.

Dice, tratando de secar su emoción con un pañuelo de papel, que sólo le falta una fotografía para cerrar todo el círculo. Una imagen que le ponga rostro a la mujer que la abrazó y alimentó precipitadamente por última vez cuando apenas tenía cinco meses y la dio en custodia al destino.

Pero esa será su última misión.

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Thylane Blondeau fue considerada “la niña más bella del mundo” pero hoy, a los 26 años, recibe duros ataques por su imagen

La modelo francesa responde abiertamente a las críticas recurrentes sobre presuntas cirugías estéticas y denuncia el entorno de exigencias y juicios que enfrentan las figuras públicas en la industria de la moda y el espectáculo

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La modelo francesa Thylane Blondeau captó la atención durante el desfile de Miu Miu en la Semana de la Moda de París, celebrado en el Palais d’Iena .

Con un conjunto de lana marrón, camiseta blanca y botas, Blondeau, de 24 años, se colocó nuevamente en el centro del debate público al reiterar que nunca se sometió a cirugías estéticas, un pronunciamiento que renovó la discusión sobre la presión mediática y social que enfrentan las figuras públicas desde temprana edad, según informó Dailymail. La presencia de Blondeau en la pasarela se desarrolló entre flashes y miradas atentas.

Respuesta a rumores sobre cirugías estéticas

La aparición de Blondeau en el evento de Miu Miu no solo llamó la atención por su estilo, sino también por la contundente respuesta que ofreció a los persistentes rumores sobre su aspecto físico. En sus redes sociales, la modelo compartió capturas de comentarios donde se la cuestionaba sobre supuestos cambios en sus labios.

En una publicación en Instagram, Blondeau expresó su hartazgo ante este tipo de especulaciones: “Estoy cansada de estos comentarios. Sé que en esta generación la gente tiende a hacerse cosas muy pronto, pero yo nunca me he tocado nada”.

La modelo explicó que las comparaciones y suposiciones sobre su rostro han persistido desde que tenía 10 años y añadió: “Solo porque use maquillaje o delineador de labios no significa que me haya hecho algo en los labios o en la cara. En algún momento hay que dejar de hacer eso”.

Estas afirmaciones, recogidas por el medio británico, reflejan la presión a la que la joven ha estado sometida durante años y su determinación de abordar públicamente el tema. Su postura ante las críticas evidencia una fortaleza constante frente a la atención mediática.

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Dwayne Johnson se sinceró sobre su sorprendente transformación para “The Smashing Machine”

La transformación del actor para este papel incluyó entrenamiento especializado, 22 prótesis y un intenso trabajo vocal y emocional.

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Dwayne Johnson llevó su transformación corporal a otro nivel para encarnar al luchador Mark Kerr en la película biográfica The Smashing Machine, que llegará a los cines este viernes 3 de octubre.

El actor de 53 años reveló en The Tonight Show Starring Jimmy Fallon que la preparación para el papel implicó ganar aproximadamente 30 libras (14 kilos) de músculo bajo la dirección y guía del cineasta Benny Safdie.

“Me dijo: ‘D.J., no sé cómo decirte esto… vas a tener que hacerte más grande’”, recordó Johnson sobre la conversación con Safdie. “Y yo pensé: ‘Bueno, allá vamos’”.

Pero la ganancia de peso no fue un proceso sencillo ni improvisado. El artista explicó que no podía limitarse a engordar con comida rápida, como han hecho algunos actores en el pasado.

Su objetivo era emular la musculatura densa y rápida de Kerr, producto de años de lucha y entrenamiento.

Mark Kerr tenía un tipo de músculo muy particular, rápido, porque era un luchador. Yo tenía que aumentar de peso y al mismo tiempo moverme como un peleador de MMA. Fueron unas 30 libras de músculo”, detalló.

La transformación de Dwayne Johnson no se limitó al cuerpo. Para lograr una semejanza aún más exacta con Kerr, el actor utilizó alrededor de 22 prótesis aplicadas por el artista Kazu Hiro.

Además, el artista también realizó ajustes en su voz y en su expresión emocional. “Tuvimos una transformación física, emocional y vocal”, explicó en The Tonight Show.

La preparación incluyó entrenamientos muy específicos para desarrollar los músculos de acción rápida que Kerr usaba constantemente en sus movimientos de lucha, desde derribos hasta levantar a otros competidores.

“Si piensas en Mark como luchador amateur, hay movimientos que él repetía todo el día que construyen ciertos músculos de manera muy particular”, agregó el actor en otra entrevista para E! News.

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