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El padre y principal sospechoso de la desaparición de las dos niñas en España

El hombre de 37 años, quien nació en la isla de Tenerife en el seno de una familia adineraba, no soportó que su ex pareja rehiciera su vida con otro hombre. El cuerpo de una de las menores fue encontrado este jueves por las autoridades españolas

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Lo peor, lo que más se temía, ocurrió este jueves cuando encontraron en el mar el cadáver de Olivia, la mayor de las dos hermanas desaparecidas en Tenerife el 27 de abril pasado. Hasta el momento, la única certeza que tienen las autoridades es que Tomás Gimeno, el padre de las dos niñas, fue la última persona que estuvo con ellas.

El día de la desaparición, Gimeno fue visto embarcando seis bolsas en la lancha de su propiedad con la que partió de Santa Cruz de Tenerife. Hasta ahora, la investigación de la policía sugiere que el hombre podría haberse suicidado junto con sus hijas, a quienes habría ahogado en el mar.

El cuerpo de la menor fue hallado por el robot del buque de búsqueda Ángeles Alvariño durante el mediodía del jueves, a unos 1.000 metros de profundidad y a menos de 5 kilómetros de la costa tinerfeña. Junto a la bolsa de deporte en la que se encontró a Olivia, había otra bolsa vacía, informó El País.

Gimeno, de 37 años, llevaba tiempo separado de Beatriz Zimmerman, la madre de las niñas. El día en que desapareció estaba con sus hijas pasando la tarde, y se suponía que debía entregarlas por la noche a su madre, pero nunca lo hizo.

Por el contrario, la llamó esa noche para decirle que nunca más los volvería a ver a él ni a las niñas. Esas llamadas amenazantes continuaron a otros familiares, de quienes se despidió. Luego se quedó sin batería y no supieron más de él.

No era la primera vez que lo hacía. Esta vez, Beatriz informó a las autoridades de lo sucedido y contó que en diciembre pasado su ex pareja había hecho amenazas similares, diciendo que nunca volvería a ver a las niñas. En ese momento no le dio crédito a sus palabras ni avisó a las autoridades. Desde entonces, todo había estado en tensa calma.

Gimeno nació en la isla Tenerife (España) en un familia de renombre, adinerada, dueña de muchos tierras agrícolas. El hombre administraba varias empresas vinculadas al sector de las flores y plantas. Sin embargo, la relación con sus seres más cercanos no era buena.

Tomás tenía fama de problemático en la isla, le gustaba la vida nocturna, peleaba constantemente con otras personas en bares y discotecas e incluso fue acusado de robos, a pesar de ser una persona adinerada. Además, en su historial delictivo, aparecen intentos de estafa para cobrar seguros de barco y vehículos, y numerosas multas de tráfico.

De sus padres se conoce poco, son personas muy herméticas que han rechazado todo contacto con los medios españoles que han intentado acercase a ellos. Lo que sí conoce es que el proceso de separación de Tomás con su ex pareja fue difícil, con acusaciones de violencia de parte de él que nunca transcendieron al terreno judicial. No obstante, nadie imagino este macabro desenlace.

A pesar de la relación conflictiva con su ex, sus amigos cercanos los describen como un “padrazo”, por la relación que tenía con sus hijas. Además de ser una persona “enérgica, impulsiva, muy trabajador y un poco hippie”, según dijeron en el programa de la tv española Ya es mediodía.

Antes de las desaparición de las dos niñas, Tomás había manifestado su deseo de irse de Tenerife. El hombre le había dicho a la madre de sus hijas que “una cosa es salir de la zona de confort, y otra es cambiar de continente”. Supuestamente, esto se lo dijo cuando se enteró que Beatriz había rehecho su vida con un empresario belga.

De esa relación se enteró porque en julio del 2020 contrató una agencia de detectives para espiarla. Cuando supo que estaba con otra personas la enfrentó.

Al parecer, Gimeno no pudo aceptar la relación de su ex mujer con otro hombre, la solo idea lo atormentaba. “Qué fácil aceptar que pierdes una familia con la que llevas toda una vida, perder el control de tus hijas”, le habría dicho a su ex, según informó un portavoz de la familia de las niñas.

La intención de Tomás era llevarse a sus hijas a América Latina, según informaron fuentes cercanas. Y a su ex se lo hizo saber, le dijo que iba a desaparecer con ellas. Pero todos creyeron que era solo eso: amenazas de un hombre desesperado, de alguien que no podía soportar que su relación, ahora sí y de una vez por todas, no tenía retorno, si es que alguna vez lo tuvo.

Ahora lo peor pasó y Tomás cumplió su palabra. Mientras tanto, Beatriz está destrozada tras el hallazgo del cuerpo de su hija Olivia.

“Estamos sin poder decir palabra, tenemos que ser prudentes y esperar la confirmación de la prueba de ADN, pero ninguno esperábamos un hecho como este”, dijo Joaquín Amills, portavoz de la familia y presidente de la Asociación SOS Desaparecidos cuenta en ‘Juntos’.

Amills dijo que tenían la esperanza de que Tomás no le hiciera nada a sus hijas, al juzgar por las últimas que le dijo a Beatriz: “No las vas a volver a ver. Las voy a cuidar”. “Esas palabras salieron de su boca”, concluyó el portavoz de la familia.

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El papa canonizó por primera vez a dos beatos de Venezuela: José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles

La santificación, aprobada por el Francisco antes de su muerte, marca un momento clave para la fe católica en el país sudamericano, en medio de la grave crisis social y política que aqueja a la población

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La mañana del domingo en la plaza de San Pedro dejó una estampa diferente a la habitual solemnidad romana: una multitud vibrante, colorida y emocionada, con miles de banderas venezolanas ondeando bajo el sol. Era, sobre todo, una jornada de celebración venezolana, marcada por la canonización de dos figuras profundamente queridas: José Gregorio Hernández, conocido como el “médico de los pobres”, y Carmen Rendiles, fundadora de una congregación religiosa y ejemplo de fortaleza.

En medio de cantos, rezos y lágrimas, la ceremonia oficializó un momento de comunión tanto para los que se congregaron en Roma como para los millones de venezolanos que, desde su país natal, siguieron el acontecimiento en medio de una severa crisis política y económica.

Cuando el papa León XIV pronunció en latín la solemne fórmula de canonización para inscribir en el libro de los santos los nombres de Hernández y Rendiles, la ovación cruzó el Atlántico. El eco del aplauso se expandió en plazas y calles de Caracas, donde cientos de fieles siguieron la transmisión en directo, muchos con imágenes de papeles y estampas del doctor-santo y otros encendiendo velas frente a altares improvisados. El júbilo no distinguía entre oficialistas y opositores: la canonización ofreció una de las pocas ocasiones de unidad para el país, distendiendo —al menos durante unas horas— la fuerte polarización política que define a la Venezuela contemporánea.

A la celebración acudieron cerca de 55.000 peregrinos, según informaron las autoridades locales. De ellos, miles ondeaban con orgullo el tricolor venezolano, y camisetas y gorras con el rostro de José Gregorio Hernández y la imagen de Carmen Rendiles resaltaban entre las delegaciones internacionales.

Entre los asistentes, un testimonio fue recogido por la prensa local: José Ramón Malave Contreras, venezolano que reside en Roma. “Mi mamá me puso mi nombre gracias a este santo venezolano porque según la creencia, yo iba a nacer muerto, así que mi mamá me puso su nombre por haberme salvado la vida. Para mí era imperdible este momento”, declaró emocionado.

La jornada en el Vaticano no fue exclusiva de los venezolanos. En esa misma ceremonia, el papa León XIV sumó a otros cinco santos: el arzobispo Ignacio Choukrallah Maloyan, mártir armenio asesinado durante el genocidio de inicios del siglo XX; Peter To Rot, laico de Papúa Nueva Guinea ejecutado en 1945; las religiosas italianas Vincenza Maria Poloni y Maria Troncatti; y el laico italiano Bartolo Longo. Pero la devoción popular venezolana marcó la jornada con un fervor y colorido raramente presentes en Roma.

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Investigan si los viajes espaciales debilitan el sistema inmunitario humano: las estrategias de prevención

Científicos evalúan los riesgos y proponen acciones para preservar la salud de los astronautas. Qué dicen los nuevos estudios

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La humanidad se encuentra en un momento sin precedentes. Los planes de visitar la Luna, establecer estaciones espaciales permanentes e incluso arribar a Marte en la próxima década, ya no pertenecen al reino de la ciencia ficción.

Sin embargo, junto con estas ambiciones extraordinarias surgen riesgos desconocidos y complejos para la salud humana, siendo el sistema inmunitario uno de los más vulnerables.

Para comprender mejor estos efectos, un equipo internacional liderado por el doctor Daniel Winer, del Buck Institute for Research on Aging, en colaboración con la NASA, la Agencia Espacial Europea y otras universidades, ha desarrollado un marco científico integral denominado astroinmunología.

Esta subdisciplina analiza cómo los factores estresantes del espacio alteran la fisiología inmunitaria y explora estrategias para proteger la salud de los astronautas en misiones de larga duración.

“El futuro de la humanidad implicará vivir en el espacio exterior o en mundos distantes para algunas personas. El objetivo principal de establecer esta subespecialidad emergente de la astroinmunología es desarrollar contramedidas para proteger la salud de quienes exploran la vida fuera de la Tierra”, señaló Winer.

El trabajo publicado en Nature Reviews Immunology no se limita a describir los problemas observados durante las misiones espaciales, sino que ofrece una comprensión mecanicista de cómo la microgravedad, la radiación cósmica, los cambios en los patrones de sueño y los factores de estrés fisiológico afectan la función inmunitaria.

Estos estudios aprovechan análisis multiómicos modernos, que incluyen perfiles transcriptómicos, proteómicos y metabolómicos, para delinear los mecanismos celulares y moleculares que explican la disminución de la eficacia del sistema inmunitario en el espacio.

Uno de los hallazgos más críticos es el impacto de la microgravedad en las células inmunitarias. En ausencia de la atracción gravitacional terrestre, los linfocitos T y las células NK presentan una proliferación, diferenciación y capacidad de respuesta reducidas. La desorganización del citoesqueleto altera la señalización y la comunicación intercelular, mientras que la disfunción mitocondrial incrementa la producción de especies reactivas de oxígeno (ERO), que dañan células y tejidos.

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