Italia está conmocionada por el brutal asesinato de Bruno, un perro policía de 7 años que participó en múltiples misiones de rescate. Fue hallado muerto en su cobertizo en Tarento tras ingerir comida mezclada con clavos, lo que le provocó un sufrimiento extremo y daños internos irreparables.

Su entrenador, Arcangelo Caressa, denunció que el crimen podría estar vinculado a su labor como activista en el rescate de animales maltratados, especialmente perros usados en peleas clandestinas. Sospecha que el ataque fue una represalia dirigida hacia él, y no directamente contra Bruno.

La primera ministra Giorgia Meloni calificó el hecho como “vil, cobarde e inaceptable”, mientras que la diputada Michela Vittoria Brambilla presentó una denuncia penal bajo la nueva Ley Brambilla, que endurece las penas por maltrato animal hasta 4 años de prisión y 60.000 euros de multa.

Bruno había rescatado a cinco personas con vida y localizado cuatro cuerpos durante su carrera. Su muerte ha generado una ola de indignación en redes sociales, medios y sectores políticos, que exigen justicia y mayor protección para los animales de servicio.