Ana de Armas es un nombre que resuena con fuerza en el cine contemporáneo. Desde su llegada a Hollywood, la actriz cubana consiguió hacerse un hueco entre las grandes figuras del cine internacional, destacando en una variedad de géneros que van desde el thriller psicológico hasta las películas de acción.

Actualmente, su carrera da un paso más con su participación en Ballerina, un spin-off de la exitosa saga John Wick, un proyecto que confirma su capacidad para enfrentarse a retos físicos y emocionales en la pantalla. Sin embargo, detrás de esa imagen de estrella de acción se esconde una mujer profundamente reflexiva sobre su trayectoria y el futuro que desea construir en la industria, según comentó en una entrevista con Fotogramas.
Un apellido premonitorio
El apellido de Armas, heredado de su padre, Ramón de Armas, fue para Ana una especie de destino. Aunque en su infancia no le gustaba en absoluto, ahora lo considera como una especie de señal que la predestinó a la vida que eligió. “A veces creo que el apellido que nos ponen, sí que define un poco nuestra vida”, reflexiona la actriz.
Su madre, Ana Caso, de origen español, fue su principal apoyo en sus primeros años, alentándola a perseguir sus sueños desde su llegada a La Habana a los nueve años: “Pronto se dio cuenta de que el mundo del teatro y la interpretación era lo que la llenaba”. Y no pasó mucho tiempo antes de que se mudara a España a los 18 años para dar el salto a Hollywood.
El inicio de su carrera en Hollywood no fue fácil. Como muchos actores jóvenes, tuvo que trabajar duro para abrirse paso en una industria implacable. Sin embargo, su talento pronto comenzó a brillar. Blade Runner 2049, Puñales por la espalda, Sin tiempo para morir… Son solo algunas de las películas que marcaron su ascenso a la fama, y que le valieron una nominación al Oscar por su interpretación en Blonde.