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500 tiros y 111 presos muertos: la trama de la peor matanza perpetrada en una cárcel brasileña

Una pelea entre presos después de un partido de fútbol en la prisión de Carandiru, la más superpoblada del país, derivó la tarde del 2 de octubre de 1992 en una brutal represión a cargo de la policía y el ejército.

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En Carandiru, la cárcel más grande y superpoblada de América Latina, todo era monstruoso. Tenía una capacidad para 3.250 presos, pero para mediados de 1992 había casi siete mil, de los cuales más de dos mil estaban hacinados en el Pabellón Noveno.

Muchos de los reclusos no tenían condena firme, sino que estaban detenidos a la espera del juicio. A cargo de la cárcel estaba el director José Ismael Pedrosa, un hombre de extensa trayectoria en el Servicio Penitenciario brasileño, en cuya foja de servicios se combinaban las felicitaciones de las autoridades con denuncias de represión injustificada y violaciones de los derechos humanos. Así estaban las cosas, cuando dio la orden que provocó la mayor masacre de la historia carcelaria de Brasil: 341 policías militares, armados con armas pesadas cargadas con munición letal y acompañados por perros entrenados, entraron a la cárcel –ubicada en pleno centro de Sao Paulo- dispararon contra los presos y en apenas 20 minutos mataron a 111 e hirieron a otros 110. De los muertos en la masacre, 89 estaban encerrados con “prisión preventiva” y el promedio de edad de las víctimas se calculó en 22 años. Esos datos fueron arrojados por según el informe oficial, porque los testimonios coinciden en que los muertos fueron muchos más.

Si se quiere hacer una comparación de la magnitud de esa carnicería, en la Argentina la Masacre del Pabellón Séptimo de la Cárcel de Devoto, ocurrida el 14 de marzo de 1978, según las cifras oficiales tuvo un saldo de 64 prisioneros muertos, casi todos devorados por las llamas que se propagaron en el recinto cerrado sin que nadie hiciera el más mínimo gesto para auxiliarlos.

Todo comenzó la tarde del viernes 2 de octubre de 1992, cuando un partido de fútbol derivó en una pelea entre presos que pronto se convirtió en un tumulto que tuvo su epicentro en el Pabellón Noveno. Hubo peleas a golpes y también con armas blancas, y algunos presos iniciaron fuego prendiendo un colchón. Según la versión que dieron las autoridades, se trataba de un motín, pero ninguno de los testimonios recogidos entre los sobrevivientes permitió corroborarlo. La mayoría dijo que fue una pelea entre dos presos que fue escalando y que nadie tenía la intención, ni la posibilidad, de tomar la cárcel.

Aun así, en lugar de resolver la situación con sus propias fuerzas o pidiendo refuerzos al servicio penitenciario, el director Pedrosa pidió a la Policía Militar (PM) que reprimiera “el motín”. La misión recayó en el coronel Ubiratan Guimarães, que se puso al mando de tres batallones de la PM y, además, pidió un refuerzo de soldados al Ejército. Y todo se desmadró.

Enfoque Now es una plataforma digital dedicada a conectar e informar a la comunidad latina acerca de los acontecimientos que suceden a nivel local e internacional.

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El papa canonizó por primera vez a dos beatos de Venezuela: José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles

La santificación, aprobada por el Francisco antes de su muerte, marca un momento clave para la fe católica en el país sudamericano, en medio de la grave crisis social y política que aqueja a la población

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La mañana del domingo en la plaza de San Pedro dejó una estampa diferente a la habitual solemnidad romana: una multitud vibrante, colorida y emocionada, con miles de banderas venezolanas ondeando bajo el sol. Era, sobre todo, una jornada de celebración venezolana, marcada por la canonización de dos figuras profundamente queridas: José Gregorio Hernández, conocido como el “médico de los pobres”, y Carmen Rendiles, fundadora de una congregación religiosa y ejemplo de fortaleza.

En medio de cantos, rezos y lágrimas, la ceremonia oficializó un momento de comunión tanto para los que se congregaron en Roma como para los millones de venezolanos que, desde su país natal, siguieron el acontecimiento en medio de una severa crisis política y económica.

Cuando el papa León XIV pronunció en latín la solemne fórmula de canonización para inscribir en el libro de los santos los nombres de Hernández y Rendiles, la ovación cruzó el Atlántico. El eco del aplauso se expandió en plazas y calles de Caracas, donde cientos de fieles siguieron la transmisión en directo, muchos con imágenes de papeles y estampas del doctor-santo y otros encendiendo velas frente a altares improvisados. El júbilo no distinguía entre oficialistas y opositores: la canonización ofreció una de las pocas ocasiones de unidad para el país, distendiendo —al menos durante unas horas— la fuerte polarización política que define a la Venezuela contemporánea.

A la celebración acudieron cerca de 55.000 peregrinos, según informaron las autoridades locales. De ellos, miles ondeaban con orgullo el tricolor venezolano, y camisetas y gorras con el rostro de José Gregorio Hernández y la imagen de Carmen Rendiles resaltaban entre las delegaciones internacionales.

Entre los asistentes, un testimonio fue recogido por la prensa local: José Ramón Malave Contreras, venezolano que reside en Roma. “Mi mamá me puso mi nombre gracias a este santo venezolano porque según la creencia, yo iba a nacer muerto, así que mi mamá me puso su nombre por haberme salvado la vida. Para mí era imperdible este momento”, declaró emocionado.

La jornada en el Vaticano no fue exclusiva de los venezolanos. En esa misma ceremonia, el papa León XIV sumó a otros cinco santos: el arzobispo Ignacio Choukrallah Maloyan, mártir armenio asesinado durante el genocidio de inicios del siglo XX; Peter To Rot, laico de Papúa Nueva Guinea ejecutado en 1945; las religiosas italianas Vincenza Maria Poloni y Maria Troncatti; y el laico italiano Bartolo Longo. Pero la devoción popular venezolana marcó la jornada con un fervor y colorido raramente presentes en Roma.

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Investigan si los viajes espaciales debilitan el sistema inmunitario humano: las estrategias de prevención

Científicos evalúan los riesgos y proponen acciones para preservar la salud de los astronautas. Qué dicen los nuevos estudios

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La humanidad se encuentra en un momento sin precedentes. Los planes de visitar la Luna, establecer estaciones espaciales permanentes e incluso arribar a Marte en la próxima década, ya no pertenecen al reino de la ciencia ficción.

Sin embargo, junto con estas ambiciones extraordinarias surgen riesgos desconocidos y complejos para la salud humana, siendo el sistema inmunitario uno de los más vulnerables.

Para comprender mejor estos efectos, un equipo internacional liderado por el doctor Daniel Winer, del Buck Institute for Research on Aging, en colaboración con la NASA, la Agencia Espacial Europea y otras universidades, ha desarrollado un marco científico integral denominado astroinmunología.

Esta subdisciplina analiza cómo los factores estresantes del espacio alteran la fisiología inmunitaria y explora estrategias para proteger la salud de los astronautas en misiones de larga duración.

“El futuro de la humanidad implicará vivir en el espacio exterior o en mundos distantes para algunas personas. El objetivo principal de establecer esta subespecialidad emergente de la astroinmunología es desarrollar contramedidas para proteger la salud de quienes exploran la vida fuera de la Tierra”, señaló Winer.

El trabajo publicado en Nature Reviews Immunology no se limita a describir los problemas observados durante las misiones espaciales, sino que ofrece una comprensión mecanicista de cómo la microgravedad, la radiación cósmica, los cambios en los patrones de sueño y los factores de estrés fisiológico afectan la función inmunitaria.

Estos estudios aprovechan análisis multiómicos modernos, que incluyen perfiles transcriptómicos, proteómicos y metabolómicos, para delinear los mecanismos celulares y moleculares que explican la disminución de la eficacia del sistema inmunitario en el espacio.

Uno de los hallazgos más críticos es el impacto de la microgravedad en las células inmunitarias. En ausencia de la atracción gravitacional terrestre, los linfocitos T y las células NK presentan una proliferación, diferenciación y capacidad de respuesta reducidas. La desorganización del citoesqueleto altera la señalización y la comunicación intercelular, mientras que la disfunción mitocondrial incrementa la producción de especies reactivas de oxígeno (ERO), que dañan células y tejidos.

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