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Mundo

Lo atacó un tiburón de 1,8 metros y casi pierde la mano: “Me colgaba la muñeca”

Eddie Jarmakowicz resultó gravemente herido mientras pescaba con arpón. Le realizaron una cirugía de emergencia y necesitó meses de recuperación para salvar su mano izquierda

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La pesca submarina, una actividad habitual para Eddie Jarmakowicz, terminó convirtiéndose en una experiencia aterradora el pasado 16 de agosto cuando un tiburón lo atacó mientras pescaba con arpón en las aguas de Gran Cayo, en las Bahamas. Lo que comenzó como una expedición de tres días junto a amigos derivó en una lucha por la supervivencia que puso a prueba tanto su resistencia física como su espíritu.

El ataque en aguas cristalinas

Según informaron los medios 25 WPBF, CBS12 y WSVN, Eddie Jarmakowicz, residente de Riviera Beach, Florida, esposo y padre de tres hijos, se encontraba haciendo snorkel y pesca con arpón a una profundidad de entre seis y siete metros. Según el propio Jarmakowicz, acababa de arponear un pargo y nadaba hacia la superficie cuando, de forma repentina, un tiburón de arrecife, de casi dos metros de largo, emergió de las profundidades. El tiburón se lanzó hacia el pez y, en el proceso, atrapó también la mano izquierda del pescador. “Creo que mi mano estaba completamente dentro de la boca del tiburón por las laceraciones que subían por el antebrazo”, relató más tarde a CBS12.

La víctima recordó claramente la intensidad del ataque. “Mi muñeca colgaba hacia abajo y podía ver la carne”, comentó Jarmakowicz. El depredador marino desapareció sin dar tiempo al pescador a reaccionar. Su compañero, que también estaba en el agua, declaró que el animal nadó detrás de ellos y, aunque intentaron repelerlo utilizando una lanza, el tiburón alcanzó a causarles graves heridas antes de alejarse.

Los primeros auxilios

La mordida dejó a Jarmakowicz con la mano izquierda gravemente dañada, con múltiples laceraciones que alcanzaron incluso el antebrazo. A pesar de la gravedad de la herida y del dolor, Jarmakowicz logró nadar de regreso al bote, consciente de que su vida dependía de actuar con rapidez.

En el barco, las prioridades estaban claras: frenar la hemorragia y regresar a la costa lo antes posible. Sus acompañantes le aplicaron un torniquete en la mano para evitar una mayor pérdida de sangre. El regreso a tierra llevó unos 45 minutos, durante los cuales la incertidumbre dominaba, pues la magnitud del daño no hacía prever una salida sencilla.

El rescate: coordinación y traslados urgentes

La situación exigía reacción inmediata. Tras el largo trayecto de vuelta, un piloto local trasladó a Jarmakowicz de Gran Cayo al Hospital HCA Florida Lawnwood, en Fort Pierce, Florida. Cuando llegó al centro médico, el torniquete todavía seguía apretando su mano, después de más de cuatro horas desde el ataque, pero había perdido cerca de un litro de sangre.

Ya en el hospital, los médicos comprendieron que estaban ante una emergencia de envergadura. La cirugía se preparó rápidamente; cada minuto era fundamental para evitar la pérdida total de la mano y reducir riesgos mayores.

La cirugía y el diagnóstico

La intervención requirió más de cuatro horas y estuvo a cargo de la doctora Aleta Paschal, cirujana traumatóloga, quien explicó que por la lesión podía casi hablarse de una extremidad destrozada. “Tenía una lesión grave, con múltiples músculos expuestos y tendones afectados. Pude ver hasta el hueso y el antebrazo”, detalló Paschal. El equipo médico evaluó cuidadosamente el flujo sanguíneo, y pese a la gravedad, lograron mantener la irrigación en la zona.

Durante la intervención, se repararon ocho tendones principales en el antebrazo y otros varios más pequeños en la muñeca, ya que el tiburón había infligido lesiones adicionales en esa área. A pesar del daño, las expectativas de los médicos fueron cautelosamente optimistas tras la operación.

Enfoque Now es una plataforma digital dedicada a conectar e informar a la comunidad latina acerca de los acontecimientos que suceden a nivel local e internacional.

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El papa canonizó por primera vez a dos beatos de Venezuela: José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles

La santificación, aprobada por el Francisco antes de su muerte, marca un momento clave para la fe católica en el país sudamericano, en medio de la grave crisis social y política que aqueja a la población

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La mañana del domingo en la plaza de San Pedro dejó una estampa diferente a la habitual solemnidad romana: una multitud vibrante, colorida y emocionada, con miles de banderas venezolanas ondeando bajo el sol. Era, sobre todo, una jornada de celebración venezolana, marcada por la canonización de dos figuras profundamente queridas: José Gregorio Hernández, conocido como el “médico de los pobres”, y Carmen Rendiles, fundadora de una congregación religiosa y ejemplo de fortaleza.

En medio de cantos, rezos y lágrimas, la ceremonia oficializó un momento de comunión tanto para los que se congregaron en Roma como para los millones de venezolanos que, desde su país natal, siguieron el acontecimiento en medio de una severa crisis política y económica.

Cuando el papa León XIV pronunció en latín la solemne fórmula de canonización para inscribir en el libro de los santos los nombres de Hernández y Rendiles, la ovación cruzó el Atlántico. El eco del aplauso se expandió en plazas y calles de Caracas, donde cientos de fieles siguieron la transmisión en directo, muchos con imágenes de papeles y estampas del doctor-santo y otros encendiendo velas frente a altares improvisados. El júbilo no distinguía entre oficialistas y opositores: la canonización ofreció una de las pocas ocasiones de unidad para el país, distendiendo —al menos durante unas horas— la fuerte polarización política que define a la Venezuela contemporánea.

A la celebración acudieron cerca de 55.000 peregrinos, según informaron las autoridades locales. De ellos, miles ondeaban con orgullo el tricolor venezolano, y camisetas y gorras con el rostro de José Gregorio Hernández y la imagen de Carmen Rendiles resaltaban entre las delegaciones internacionales.

Entre los asistentes, un testimonio fue recogido por la prensa local: José Ramón Malave Contreras, venezolano que reside en Roma. “Mi mamá me puso mi nombre gracias a este santo venezolano porque según la creencia, yo iba a nacer muerto, así que mi mamá me puso su nombre por haberme salvado la vida. Para mí era imperdible este momento”, declaró emocionado.

La jornada en el Vaticano no fue exclusiva de los venezolanos. En esa misma ceremonia, el papa León XIV sumó a otros cinco santos: el arzobispo Ignacio Choukrallah Maloyan, mártir armenio asesinado durante el genocidio de inicios del siglo XX; Peter To Rot, laico de Papúa Nueva Guinea ejecutado en 1945; las religiosas italianas Vincenza Maria Poloni y Maria Troncatti; y el laico italiano Bartolo Longo. Pero la devoción popular venezolana marcó la jornada con un fervor y colorido raramente presentes en Roma.

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Investigan si los viajes espaciales debilitan el sistema inmunitario humano: las estrategias de prevención

Científicos evalúan los riesgos y proponen acciones para preservar la salud de los astronautas. Qué dicen los nuevos estudios

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La humanidad se encuentra en un momento sin precedentes. Los planes de visitar la Luna, establecer estaciones espaciales permanentes e incluso arribar a Marte en la próxima década, ya no pertenecen al reino de la ciencia ficción.

Sin embargo, junto con estas ambiciones extraordinarias surgen riesgos desconocidos y complejos para la salud humana, siendo el sistema inmunitario uno de los más vulnerables.

Para comprender mejor estos efectos, un equipo internacional liderado por el doctor Daniel Winer, del Buck Institute for Research on Aging, en colaboración con la NASA, la Agencia Espacial Europea y otras universidades, ha desarrollado un marco científico integral denominado astroinmunología.

Esta subdisciplina analiza cómo los factores estresantes del espacio alteran la fisiología inmunitaria y explora estrategias para proteger la salud de los astronautas en misiones de larga duración.

“El futuro de la humanidad implicará vivir en el espacio exterior o en mundos distantes para algunas personas. El objetivo principal de establecer esta subespecialidad emergente de la astroinmunología es desarrollar contramedidas para proteger la salud de quienes exploran la vida fuera de la Tierra”, señaló Winer.

El trabajo publicado en Nature Reviews Immunology no se limita a describir los problemas observados durante las misiones espaciales, sino que ofrece una comprensión mecanicista de cómo la microgravedad, la radiación cósmica, los cambios en los patrones de sueño y los factores de estrés fisiológico afectan la función inmunitaria.

Estos estudios aprovechan análisis multiómicos modernos, que incluyen perfiles transcriptómicos, proteómicos y metabolómicos, para delinear los mecanismos celulares y moleculares que explican la disminución de la eficacia del sistema inmunitario en el espacio.

Uno de los hallazgos más críticos es el impacto de la microgravedad en las células inmunitarias. En ausencia de la atracción gravitacional terrestre, los linfocitos T y las células NK presentan una proliferación, diferenciación y capacidad de respuesta reducidas. La desorganización del citoesqueleto altera la señalización y la comunicación intercelular, mientras que la disfunción mitocondrial incrementa la producción de especies reactivas de oxígeno (ERO), que dañan células y tejidos.

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