Taiwán ha intensificado su estrategia de defensa desarrollando una flota nacional de drones, inspirada en las tácticas empleadas por Ucrania frente a Rusia.
El gobierno taiwanés considera esta tecnología una industria estratégica clave para disuadir una posible invasión por parte de China, y planea aumentar su producción anual de drones civiles a 180.000 unidades para 2028, frente a las 10.000 actuales.
El objetivo es contar con drones de distintos tamaños y funciones: desde modelos de reconocimiento hasta dispositivos de ataque rápido y defensa costera. En caso de conflicto, las fábricas podrían reconvertirse rápidamente para producir drones militares, incluso bajo un bloqueo aéreo o marítimo. Esta estrategia busca crear un “infierno de drones” que complique cualquier intento de desembarco chino.
Sin embargo, Taiwán enfrenta desafíos importantes: su industria aún carece de la experiencia y escala necesarias para competir con la producción masiva de China. Aun así, el gobierno ya ha comprometido la compra de 47.000 drones adicionales y está invirtiendo en modelos equipados con inteligencia artificial, capaces de operar en enjambres y realizar ataques de precisión.
Este enfoque refleja una nueva doctrina defensiva basada en la guerra asimétrica, donde la tecnología y la geografía juegan un papel crucial para frenar a un adversario más poderoso.