El conflicto entre Israel e Irán escaló drásticamente luego de que un misil iraní impactara el hospital Soroka, uno de los más importantes del sur de Israel, dejando al menos 47 heridos y daños estructurales significativos.
El ataque, considerado por el gobierno israelí como un crimen de guerra, ha intensificado la presión del primer ministro Benjamin Netanyahu sobre la administración de Donald Trump para que Estados Unidos se una formalmente a la ofensiva militar contra Irán.
Netanyahu, que ya venía coordinando con el Pentágono posibles acciones conjuntas, considera que el ataque a un blanco civil marca un punto de quiebre. Según fuentes diplomáticas, el gobierno israelí ha solicitado acceso a bombas de 14 toneladas y aviones B2 para destruir instalaciones nucleares iraníes como la planta de Fordow.
Mientras tanto, el presidente Trump aún no ha tomado una decisión definitiva, aunque ha ordenado al Departamento de Defensa preparar un despliegue preventivo para proteger las bases estadounidenses en Medio Oriente.
El líder supremo iraní, Ali Jamenei, ha sido señalado directamente por Israel como responsable del ataque, y el ministro de Defensa, Israel Katz, advirtió que “pagará por sus crímenes”. La comunidad internacional observa con preocupación el posible involucramiento directo de EE.UU. en un conflicto que ya ha dejado decenas de muertos y heridos en ambos países.